Muchos animales necesitan organizarse socialmente. Para los ciervos es necesario determinar “jefes” que tengan ciertos beneficios sobre los demás, y para ello requieren el uso de sus más preciadas armas: las astas. Esto lo veremos con mayor detalle más adelante.
Hay especies de ciervos más solitarias que otras. Algunos prefieren andar por su cuenta mientras otros forman grupos con algunas decenas de integrantes. Se han visto agrupaciones de hembras y crías exclusivamente, así como de “solteros” con marcados rangos sociales, siendo los miembros más longevos los que dominan sobre los jóvenes.
El matriarcado es el elemento central de la estructura social de los ciervos.
Los renos o caribúes son excelentes ejemplos de especies sociables, pues logran reunirse en numerosos grupos que van de 50,000 hasta 500,000, para cuestiones de migración, pero tal hecho no significa que pertenezcan a una misma comunidad con parentescos familiares. Estas cifras elevadas están conformadas por múltiples subgrupos con diferente número de integrantes y distinto rango territorial.
Por el contrario, encontramos al ciervo acuático chino, animal reservado con comportamientos solitarios o en pareja que muy pocas veces es visto dentro de grupos sociales.
El papel de la hembra es importante dentro de las comunidades. El matriarcado es el elemento central de la estructura social de los ciervos. Los grupos reducidos contienen una hembra dominante y su descendencia femenina. Los únicos machos son los jóvenes que no han alcanzado la madurez, pues cuando llegan a dicha etapa, son expulsados. Los machos adultos son tolerados por las hembras solo en épocas de celo.
Las matriarcas dirigen los caminos hacia fuentes de agua o vegetación abundante, además de que durante las noches realizan guardias para evitar ataques depredadores. El ciervo canadiense y el ciervo rojo son ejemplos más comunes donde las hembras ocupan un destacado rol dentro de la sociedad.
Leves vocalizaciones y movimientos corporales de dominación y sumisión establecen las jerarquías sociales entre las hembras. Muy pocas veces han sido vistos enfrentamientos cuerpo a cuerpo, que obviamente no terminan en heridas mortales como en el caso de los ciervos.
Es en la temporada reproductiva cuando los “jefes” o machos dominantes se imponen ante los subordinados. Un miembro masculino que desee ocupar el puesto número uno, deberá enfrentar al macho posicionado mediante una batalla de astas. Por lo general no llegan a ser fatales, pero ha habido casos donde las lesiones terminan en graves infecciones; o bien, en un par de cornamentas atascadas que hacen imposible que puedan volver a separarse, obligando a ambos participantes a rendirse y morir lentamente, solo que esto no es muy común.
Las batallas de astas no llegan a ser fatales, pero ha habido casos donde las lesiones terminan en graves infecciones.
En especies como el muntíaco de la India, el nivel de territorialidad y agresión de los machos depende de las edades y posiciones. Es decir, si se trata de jóvenes en crecimiento pueden compartir territorio sin problema, pues su falta de madurez sexual aún no “despierta” ese interés por competir. Ahora bien, si son varios o un par de machos maduros, la convivencia se vuelve tensa y en ciertas ocasiones agresiva, pues todos quieren imponer dominio.
Los ciervos no son identificados como criaturas agresivas y hostiles hacia los demás ni dentro de sus agrupaciones. Los infanticidios o matanzas de crías por parte de machos territoriales son comportamientos comunes en el reino animal, pero no se conocían casos de esto en ciervos hasta la década de los 90’s con ejemplares de Cervus elaphus o ciervos rojos. Numerosas crías fueron encontradas sin vida a causa de heridas de cornamentas y esto ha llevado a extensas investigaciones.